La educación como conversación y prevención.
Podemos pensar que la actividad educativa es ni más ni me nos que una forma de conversación entre docentes y alumnos.
Una conversación a la manera en que Maturana entiende el término: una intersección entre lenguaje y emociones.
Cuando reflexionamos acerca de una conversación, estamos más acostumbrados a pensar en el contenido y la estructura de la comunicación y menos en las calidades e intensidades efectivas que en esa conversación se ponen en juego.
Lo que queremos decir es que una conversación es mucho más que las palabras que la componen. Una conversación genera emociones en los participantes, y esas emociones modulan el significado que los contenidos lingüísticos adquieren para los hablantes.
Las emociones modulan el significado del lenguaje: según cómo me voy sintiendo en la interacción comunicativa, interpretaré de un modo u otro las palabras de mi interlocutor.
Pero a su vez, las palabras que elijo para decir algo, las estructuras lingüísticas que construyo al hablar, son capaces de modificar o producir emociones en las personas que participan de la acción comunicativa, generando sentimientos y estados de ánimo.
Existe por lo tanto en el conversar una relación recursiva entre lenguaje y emoción. Ahora bien, son las emociones las que mueven a los seres humanos a la acción: el actuar de un modo u otro surge de los sentimientos:
del afecto, de la alegría, del deseo, del miedo, de la vergüenza o de la culpa. Por tanto cuando diseñamos los espacios educativos podemos pensar que estamos diseñando una conversación, a partir de la los múltiples escenarios de la sexualidad humana* cual deberán surgir sentimientos que muevan a la acción: a la utilización de los conocimientos adquiridos en el ejercicio de una práctica con relación a las situaciones que la vida nos imponga.
Está claro entonces que lo más importante para el éxito del proceso educativo es el tono emocional que ese proceso va adquiriendo y la motivación para la acción resultante.
Tal vez sea en éste y en otros campos similares donde nos estamos enfrentando más dramáticamente con el problema de la capacidad de la actividad educativa para promover conductas; y estamos pagando por ello un precio muy alto en vidas humanas.
Hace poco leía en un artículo sobre prevención del sida una muy buena forma de expresar esta ecuación, que podría traducirse así: "¿Por qué, si la gente sabe lo que tiene que hacer, no lo hace?". Y es que todas las investigaciones, aquí y en casi todo el resto del mundo, indican que las personas, en su casi totalidad, tienen al menos una idea de cómo protegerse del VIH, sin embargo sólo el 50 a 60 % lo hace efectivamente, en tanto el resto incurre, con mayor o menor frecuencia, en conductas de riesgo.
Por lo tanto, será de fundamental importancia pensar, no sólo en los contenidos de la conversación educativa, sino también, y muy especialmente, en los sentimientos y las emociones que se pongan en juego en ese proceso y los comportamientos que estas emociones induzcan.
Gracias
NESTOR HUMBERTO GRAMAJO
PROFESOR DE GEOGRAFIA Y CIENCIAS BIOLOGICAS
COORDINADOR GRAL RED DE ESCUELA